Sentimiento añorado
Las horas pasan, el tiempo transcurre y el momento tan
ansiado para el hincha de independiente se hace presente. En medio de un clima
candente, lleno de fervor y pasión se encuentra un equipo que poco a poco se
fue ganando a la gente. De menor a mayor y con una idea clara, el independiente
de Holan fue tomando forma hasta lograr uno de los objetivos más buscados, poner
de nuevo al rojo en la competencia internacional como principal protagonista.
En un contexto sudamericano en donde pareciera que los
equipos argentinos han vuelto a tomar un fuerte protagonismo, llegando a las
instancias finales y ganando varias de ellas, la escuadra de Avellaneda resurge
de sus idas y vueltas coronándose campeón de la Copa Sudamericana.
Cabe destacar aquí, la importancia no sólo del título en sí,
sino fundamentalmente de la forma, y todo lo que ello implica. Y es que el
título conseguido se convierte en el premio, el broche de oro para el final
feliz, pero lo realmente valioso a destacar y analizar radica en lo simbólico.
Por supuesto que Sudamericana y Libertadores son dos competiciones totalmente
diferentes en jerarquía y prestigio. Sin embargo, ello no opaca ni deslegitima
lo logrado.
La manera de conseguirlo se vuelve clave para entender este corto
proceso que, a mi entender, ya había logrado lo más importante, incluso antes
del triunfo frente a Flamengo y la posterior obtención de la copa. Estamos
hablando de las virtudes del juego y sus componentes particulares. Una
conjunción de elementos que hacen a la estructura de todo club que pretende
aspirar a lo más alto.
Se pudo observar un equipo sólido, con carácter, suelto, de perfil bajo pero con un enorme sentimiento de pertenencia. Con un juego explosivo y vertiginoso producto de la idea madre y de las características de sus jugadores, varios de ellos de buen pie.
En este sentido, un aspecto a resaltar es el bajo promedio
de edad en el equipo titular, lo que le proporcionó aire fresco y rebeldía. Así
mismo, sobresalió la solidaridad e intensidad en el juego, consecuencia de un enorme
esfuerzo físico que hacía notar su merma en los segundos tiempos de prácticamente
todos los partidos teniendo que pasar situaciones más que preocupantes a raíz
de ello.
El juego vertical, directo y con transiciones rápidas de
defensa a ataque, tuvo su base en los dos laterales siempre dispuestos a doblar
por bandas, estando bien posicionados para una pronta recuperación a la hora de
presionar en mitad de cancha, un mediocampo que distribuía correctamente en
forma veloz y con simpleza, y en un ataque que de ¾ hacia adelante era pura
explosión y atrevimiento, provocando el mano a mano con la defensa rival y
sacando provecho de su buena técnica y velocidad.
Paralelamente, en el plantel se encontraban jugadores de
experiencia que aportaron su carácter y serenidad necesarios para afrontar las
adversidades y mantener el orden. La versatilidad y adaptabilidad a los
esquemas y momentos del partido fue un punto fuerte de este equipo en
formación. En este aspecto, el rol de Tagliafico como capitán y líder fue
fundamental para afianzar una defensa joven y la unión de grupo.
La apuesta por los chicos del club -Barco, Bustos y Franco-,
tres pibes que se afianzaron en el once titular (algo no tan común para un
equipo que pretende disputar una competencia), y que además significa una
coronación al buen trabajo en inferiores, la valorización de la misma, aumento
del patrimonio del club para futuras ventas, y la determinación a la hora de
tomar la decisión por parte del cuerpo técnico.
Tras lo dicho anteriormente, no podemos dejar pasar por alto
la figura del entrenador que, derrumbando todo tipo de prejuicios y
preconceptos -“por no ser del palo”- demostró con gran idoneidad su capacidad
para reposicionar a independiente en la plana mayor, construyendo desde lo
futbolístico y lo simbólico una resignificación de su historia e identidad, y
una comunión entre el hincha y el equipo.
El sentimiento añorado se transformó en realidad. Las grandes
ilusiones llegan pero el camino recién comienza. La Copa Libertadores quizás
sea la vara que mejor mida en qué lugar se encuentra independiente, qué cosas
falten por mejorar y hacia dónde se pretende llegar.
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