Complicados en el juego


“Ahora sí estamos más complicados” es la frase que nos deja Sampaoli. Aunque nos parezca un tanto obvia, creo oportuno ahondar un poquito en su significado y desmenuzar ciertos conceptos a la hora del análisis del presente que aqueja a la selección argentina.

En el primer artículo que publicamos sobre Jorge Sampaoli y su idea de juego a desarrollar en el conjunto albiceleste (ver partido vs Singapur y Brasil), destacábamos la intención de juego mediante un equipo dinámico, con mucha movilidad e intensidad para la recuperación de la pelota en campo rival, una línea defensiva bien adelantada, la búsqueda constante de explotar las bandas y la particularidad en la utilización de esquemas flexibles a lo largo de los 90 minutos.

Estos lineamientos parecieran haberse esfumado en gran parte durante los dos últimos partidos por eliminatorias y se vio una versión desdibujada y con poca elaboración en la construcción de juego, cayendo en la previsibilidad constante y utilizando escasas variantes a la hora de atacar. La creatividad brilla por su ausencia y se pone de manifiesto la rigidez táctica. Se presenta la disyuntiva entre cantidad o calidad si de esquemas o características de jugadores se trata al momento de llevar a cabo una determinada propuesta futbolística.

En ambos partidos por eliminatorias (Uruguay/Venezuela) se vislumbraron falencias alarmantes en las distintas facetas de juego que valen la pena apuntar, además de las ya antes mencionadas. Por un lado, observamos una notable carencia en la generación de juego en mitad de cancha y principalmente en 3/4, donde los espacios se reducen, y la falta de movilidad y desconexión entre mediocampo con delanteros es un déficit a atender. Producto de ello es el retroceso de Messi hasta el círculo central para iniciar las jugadas y el aislamiento de Icardi en ataque, en donde le llegaban muy pocas pelotas y casi ninguna situación clara de gol a excepción de un pase filtrado de Mascherano y una buena diagonal realizada por el centrodelantero argentino.

Dybala es otro de los que más ha sufrido a raíz de las desconexiones y la falta de concepto a la hora de tratar la pelota debido a la carencia en la conducción, visión y manejo de los tiempos en el conjunto argentino.

Si bien por momentos Banega intentó tomar la conducción del equipo en ofensiva, su imprecisión y la falta de desmarques y desdobles para romper líneas dificultaron la labor para armar asociaciones y el ahora llamado “juego interno” que abastece a los delanteros.

Se tuvo buena posesión en campo rival pero sin profundidad para lastimar y quebrar defensas. Biglia y Pizarro son jugadores con buen pie y despliegue, pero que no sienten la conducción ni el manejo de los tiempos que tanto necesita un equipo que pretende ser dominador en campo adversario. Se intentó remediar la situación con el ingreso de Pastore, pero quizás por ser tardío o no estar fino en sus intervenciones, el cambio no afectó al rendimiento grupal.

La falta de remates de media y larga distancia fue otro punto a destacar, entendiendo que toda defensa cerrada y parada muy atrás, cerca de su arco, es propicia para la utilización de dicho recurso. Una opción hubiese sido la entrada de Paredes, quien pudiera aportar juego, pase, conducción, asociación entre líneas (funcionando como enganche o enlace con los delanteros y liberando a Messi), y aprovechando su buena pegada, tanto en movimiento como en pelota parada.

Argentina intentó usar todo el ancho de la cancha para abrir las defensas rivales explotando las bandas, siendo Di María, Acosta o Acuña los encargados de dicha tarea. Una variante en ataque que terminó transformándose en la única opción debido al déficit en la elaboración de juego antes mencionada. Por momentos eficaz producto del desequilibrio individual, pero que luego se tornaría previsible y una constante en la faceta ofensiva.

La defensa adelantada respaldó la presión y el posicionamiento en campo rival realizando buenos cortes aunque sufriendo la exposición del mano a mano en contraataques cuando el equipo quedaba partido por la pérdida de la pelota y la falta de claridad en la gestación de juego. La ausencia de laterales en el armado del once  inicial dejó a la Argentina desprotegida en las bandas y a merced de los pelotazos cruzados que tanto supieron aprovechar los delanteros rivales. Además, en ataque hubieran sido un acompañamiento para los “carrileros”, ayudando en los desdobles y desbordes para no caer en los ya previsibles centros al nueve.

Tal vez en lo simple esté la clave. Volver a las raíces, a un fútbol algo más “tradicional” y conocido por los intérpretes sea quizás, lo más conveniente a la hora de encontrar el funcionamiento deseado y el nivel que se espera de cada uno de ellos.   

No confundamos armar un buen equipo con armar un equipo para Messi. Esta clase de jugadores encuentran su mejor versión cuando hay una estructura de juego que los respalde, pero que funciona con o sin ellos. Lo que se debe buscar es un funcionamiento sólido. El aporte de Messi va a llegar solo, naturalmente, porque ese es el plus que nos diferencia del resto. La colectividad hace a la individualidad así como las individualidades hacen a lo colectivo. Brasil es un claro ejemplo de ello. Estamos complicados pero estamos a tiempo.   

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