La recta final
Luego de la tan ansiada y preciada clasificación
al Mundial Rusia 2018 se terminó la agonía y el sufrimiento. Es quizás el
momento para disfrutar y olvidar los problemas por un rato, relajar, para luego
si, llegar al replanteo y realizar un balance de lo sucedido. Los últimos partidos por eliminatorias
fueron de los más duros. No tanto por el peso propio de los rivales,
exceptuando el duelo frente Uruguay, sino más bien por el propio peso que
cargaba el conjunto albiceleste.
Mala suerte se podría decir, pero también falta de fútbol, de una idea clara, junto a la ausencia de concepto y asociaciones. Contra Perú y Ecuador, se mantuvo el mismo planteo que en los partidos anteriores cayendo en los mismos defectos de falta de claridad y una constante previsibilidad. No hubo un juego interno fluido pero si algunas conexiones: Messi-Di María/Messi-Pérez/Pérez-Biglia.
La noche del diez fue del diez (argentino,
claro). Jugó el partido soñado dándonos la clasificación y demostrando una vez
más el nivel de excelencia que lo caracteriza. Ya no queda adjetivo alguno para
describir su arte y su talento. Fue realmente una obra de teatro verlo jugar de
esa manera. Algo único, bello, algo que pocas veces se ve en una cancha y más
aún en un partido tan decisivo.
Pero esto no nos tiene que confundir. Tenemos al mejor, si, pero tenemos que llegar a tener el mejor equipo. Esa es la verdadera meta. Como sostiene César Luis Menotti, “El fútbol es como el tango, no se puede andar corriendo todo el tiempo. El fútbol tiene pausa, tiene aceleración, tiene ritmos, tiene cambios. La Argentina juega desde el vértigo y eso es el peor enemigo de un futbolista. Cada vez que agarra la pelota sale corriendo para adelante”.
Se nota a leguas el intento del entrenador por consolidar una idea. Bien o mal, estemos de acuerdo o no, es su idea e intenta plasmarla. El tiempo corre y las dudas crecen. Si bien no es para alarmarse, hay que ocuparse. Por lo cual, creo oportuno realizar una breve descripción de lo que viene sucediendo con otras selecciones. Algunas de ellas con grandes sorpresas.
Italia (2006), España (2010) y Alemania (2014) últimos campeones del mundo. Juventus, Barcelona, Bayern Múnich marcaron la diferencia e impusieron su juego en sus respectivas ligas y a nivel continental ¿Coincidencia? No lo creo. Cada uno de los casos mencionados fueron la base de sus respectivas selecciones nacionales que luego se consagraron campeonas mundiales, siendo Juventus la base de Italia en 2006, Barcelona-Real Madrid la base de España en 2010 y Bayern Múnich-Borussia Dortmund la base de Alemania en 2014. Esto marcaría una clara tendencia en la búsqueda de asociaciones consolidadas de jugadores debido al poco tiempo de trabajo que poseen las selecciones, y una gran concentración del poder económico con que cuentan las potencias europeas. Una enorme ventaja si las comparamos con las realidades sudamericanas.
Luego de la experiencia alemana en la formación de sus jugadores, ahora se suma Inglaterra con una reestructuración interna, bien desde abajo, lenta pero con cimientos sólidos, abocados a las juveniles y ganando los mundiales sub-20 y sub-17, además de coronarse campeona europea sub-19 y semifinalista en sub-21.
Italia, campeón del mundo en 2006 y tras quedar eliminada en primera ronda en los dos últimos mundiales, afuera del mundial. Holanda tampoco clasifica (semifinalista en el último mundial y finalista en 2010).
Brasil resurge de las cenizas y no fue magia. Luego de pasar por una serie de vaivenes e incertidumbre futbolística en su identidad de juego, pareciera que de la mano de su flamante entrenador, Tite, el conjunto brasilero ha encontrado el camino que siempre supo transitar, el de la victoria, y quizás el más importante, el del respeto y el reconocimiento mundial por su historia y juego atractivo.
Además, Chile, bicampeón de la copa América, se queda afuera del mundial. Un contexto que nos puede servir para ayudarnos a entender en qué lugar estamos situados de cara a Rusia 2018.
Los últimos dos amistosos (Rusia y Nigeria)
no dejaron algo muy distinto a lo que ya veníamos remarcando. Y la pregunta que
se nos viene a la cabeza resuena constantemente: ¿Vale la pena este sistema
táctico que nos propone Sampaoli, o estamos desaprovechando la oportunidad de
trabajar en un esquema más tradicional pero conocido por los jugadores
(recordemos que el grueso de los jugadores citados juega con línea de 4 en sus
respectivos equipos)?
Se aproximan nuevos amistosos para la selección y con ellos la oportunidad de afirmar el equipo titular e intentar consolidar la idea que pretenda el entrenador (ahora ya sin la presión agobiante). El tiempo es tirano y nos encontramos en la recta final, por eso es imperante la afirmación de un equipo sólido y versátil para no tener que volver a depender de alguna genialidad de Messi.
Entendemos al fútbol como un deporte
colectivo, un juego en donde se necesita del otro para progresar, para
aprender, avanzar. La individualidad es una chispa que ayuda a mantener el
fuego colectivo. Claro que esta chispa de vez en cuando provoca incendios en la
defensa rival, pero es necesario mantener la llama ardiendo del espíritu de
equipo si se quiere que perdure en el tiempo. De lo contrario se caería en lo
fugaz, destellos de luz que no serían suficientes para iluminar el camino de
las buenas decisiones.
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