El arte de las formas


Terminada la temporada en el calendario de todas las ligas y ya en vísperas de lo que será el Mundial de Rusia el próximo 14 de Junio, hemos sido testigos de hechos de gran relevancia, como el reciente título logrado por el Real Madrid vs el Liverpool en la final de la Champions League, y los títulos conseguidos por Barcelona, Juventus, Manchester City y Boca Juniors en sus respectivas ligas.

Por otro lado, y no por ello menos importante, ha sido la decisión de algunas personalidades del futbol mundial de dar un cierre a sus etapas históricas. Un cierre de ciclo, un punto y coma quizás, antes de dar el punto final. Andrés Iniesta, Gianluiggi Buffón y Arsène Wenger, son emblemas casi embajadores, de una forma de vivir y pensar este hermoso deporte.

Hay grandes y grandes. Y si de fútbol hablamos, hay un aspecto que por sobre todas las cosas nos interesa destacar, el conceptual. Con esto nos referimos a la manera y capacidad para entender el juego, el fútbol de manera integral. Ya sea de forma profesional, pero al mismo tiempo también como juego, la cara lúdica de este deporte que conlleva valores, esos mismos que deberían compartir el amateurismo y el profesionalismo.

Andrés Iniesta, “el cerebro”, quizás sea uno de los máximos referentes en la actualidad si de jugador conceptual hablamos. Su inteligencia y visión dentro del campo de juego para entender lo que sucede y adelantarse un segundo antes a la jugada, es una de sus principales virtudes. Dotado de una técnica pulcra en el control del balón (todos recordamos el famoso “pie a pie” utilizado para eludir rivales), y de un pase limpio y preciso a sus compañeros, priorizando siempre el juego asociado e intentado tirar paredes para romper a las defensas más cerradas.

Bajo las órdenes de dos sabios del fútbol, como Pep Guardiola en Barcelona y Vicente Del Bosque en la selección de España, pudo aprender los conceptos necesarios para elevar su juego al máximo nivel. Su sociedad con Xavi en ambos planteles potenció sus habilidades en cancha formando un tándem histórico, en tanto que la química natural que supo llevar con el astro argentino, Lionel Messi, provocaba sus pinceladas en el arte de quebrar todo tipo de defensas que tanto deleitaban a la afición.   

Su desempeño en el mítico Barcelona y en la selección española ha sido ejemplar, ganando todo tipo de competición y siendo una pieza clave cada vez que le tocó jugar. Tanto es así, que fue nominado a Balón de Oro en dos oportunidades (2010-2012) compartiendo la terna, nada más ni nada menos que con Lionel Messi (2010/12), Xavi Hernández (2010) y Cristiano Ronaldo (2012). Luego de casi 22 años defendiendo al equipo de sus amores, Iniesta ha decidido cerrar un ciclo y despedirse del fútbol de elite disputando su último mundial. 

Lealtad y liderazgo son cualidades poco frecuentes, de esas que escasean por estos tiempos, y si además le agregamos un fuerte respeto y empatía para con el rival, reunidas todas juntas en una sola persona la cosa se dificulta aún más.

Este es el caso de Gianluiggi Buffón, el gran arquero italiano surgido del Parma, hizo su carrera en la Juventus y por supuesto en la selección italiana, consolidándose como uno de los mejores en la historia de la escuadra azzurra. Supo ganarse el reconocimiento y el respeto de todo el mundo futbolero, convirtiéndose en referente y espejo para muchos jóvenes que ansían llegar al primer nivel.

Su liderazgo y sus magníficas apariciones cuando el equipo lo necesitaba lo catapultaron a ser nominado a Balón de Oro, mismo año en que se consagraba campeón del mundo. Poseedor de increíbles atributos técnicos a la hora de atajar, es también reconocido por sus valores y enormes gestos. Ejemplo de ello, podemos mencionar su lealtad a Juventus. Cuando en su peor momento el club de Turín fue descendido por la Federación Italiana de Fútbol (FIGC), muy pocos jugadores de ese plantel decidieron quedarse para disputar la segunda división, uno de ellos fue Buffón. 
   
Otra ocasión recordada, fue cuando en un amistoso Italia-Francia, los “tifosi” silbaron el himno galo, “la Marsellesa”. Buffón reaccionó aplaudiendo en alto haciendo que el público le emulara. Notables gestos de respeto por el rival caracterizan de lleno a este legendario arquero que debutó con sólo 17 años, y ya a sus 40 dijo basta a una larga etapa en la Vecchia Signora despidiéndose por la puerta grande.

Las formas muchas veces lo definen todo. Más que un resultado, es el camino que se elige para llegar a él.  

Y esta fue la apuesta de Arsène Wenger, también conocido como “Le Professeur” por sus seguidores,  ha marcado una era en el fútbol inglés. El técnico francés arribó al Arsenal allá por 1996 donde poco a poco fue elaborando un modelo de juego, una idea futbolística clara y marcada por una fuerte identidad. Un fútbol vistoso, atractivo para el espectador, al que llamaban “el fútbol champagne”.

Caracterizado por una vocación ofensiva en el planteamiento táctico, un juego fluido y con mucha elaboración, conformado por jugadores creativos y de buen pie, siempre priorizó el trabajo en inferiores y la búsqueda de nuevos talentos.

Además, ha hecho enfoque en el desarrollo de un deporte formativo, formar jugadores jóvenes en lugar de comprar los caros y con experiencia. Durante su estancia en el Arsenal, Wenger ha fichado a numerosos jugadores jóvenes desconocidos o que aún no habían explotado en otros equipos.

Con frecuencia ha sido criticado por la escasa representación inglesa en sus equipos, aunque Wenger consideró irrelevante el asunto de la nacionalidad: "Cuando representas a un club lo haces por valores y cualidades, no por tu pasaporte".

Aunque no posee una extensa vitrina de títulos como director técnico de los "gunners", fue el estratega y fundador del inolvidable equipo londinense que ganó la liga sin perder un sólo partido. Nombres como los de Thierry Henry, Dennis Bergkamp, Patrick Vieira, Robert Pirès y Fredrik Ljungberg, son algunos de los exponentes de aquella era dorada.

Ese equipo, que se cansó de ganar y de gustar, el que supo ser el faro futbolístico de toda Inglaterra, y el que era aplaudido por cualquier hincha sin importar los colores, marcó un antes y un después en la forma de ver y de interpretar el fútbol inglés.

Veintidós años más tarde, el ciclo llega a su fin. Le Professeur se despide en medio de una gran ovación en su último partido goleando por cinco goles, se saca su corbata roja, regalándosela a un nene que se la pide a gritos en la grada y deja tras de sí, un enorme legado a continuar.


Pero… ¿qué es lo que une a estos tres? Si son distintos, si uno es mediocampista, otro arquero y el otro es director técnico. Justamente quizás sea eso, que pese a la diferencias comparten la grandeza, cada uno desde su puesto, con roles distintos.

Hombres que marcaron una era, cada uno en su tierra. Dejaron su huella en la historia del fútbol grande. Hombres que se ganaron el respeto dentro y fuera de la cancha. Un reconocimiento mundial fruto del trabajo y la humildad, el esfuerzo y el talento, la constante dedicación y la pasión que supieron demostrar a lo largo de los años en el más alto nivel.

Podríamos hablar de la “vieja escuela”, esa que pareciera ser cada día más difícil de encontrar en este presente donde reina la histeria, donde un día sos héroe y al otro villano, donde el minuto a minuto cuenta más que el proceso, donde el resultado dicta sentencia y no importa el cómo. En este mundo esquizofrénico los tiempos son cortos, los momentos se vuelven efímeros.  


La identidad, la pertenencia, la lealtad, el respeto y la humildad, son valores que no se deben perder. Porque la admiración y el cariño de la gente no se compra, se gana. De ahí la importancia de “las formas”. Acá no importan los números, son tipos que lo ganaron todo. Forjaron su impronta, dejaron un legado.

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